sábado, 18 de octubre de 2008

Servicio al cliente de Orange 1414 y 902012220

Desde hace dos días un spammer está enviando millones de mails con el remite de una de mis cuentas de correo. No sé si utiliza sólo el remite o también el smtp. De esa inmensa cantidad de envíos un porcentaje es enviado a direcciones saturadas, abandonadas o inexistentes, así que los mensajes rebotan y se informa al supuesto remitente que no han podido ser entregados. O sea, a mí. Lo que quiere decir que cada hora recibo unos 5000 mensajes de este tipo. El problema no es sólo es el coñazo de bajar tantos avisos, es que además es casi imposible encontrar entre tanta paja los mensajes importantes. No sigo comprobando la dirección desde mi programa de correo pop para evitar la descarga de tanta basura y decido intentar comprobar la cuenta desde el webmail. Siguen llegando mensajes a porrillo a mayor velocidad que la que yo puedo borrarlos.

Llamo al “servicio al cliente” de Orange, mi proveedor, a ver si me pueden decir si están usando mi smtp o no. En el caso de que lo estuvieran usando, digo yo que bastaría con no permitirlo. Incluso ni a mí mismo, si no saben hacerlo mejor. Así yo podría seguir recibiendo mensajes en esa dirección y usaría otro smtp de otra cuenta para enviarlos. De hecho, es lo que estoy haciendo desde hace meses porque las nuevas medidas de “seguridad” que aplicaron en sus smtps no me permiten con mi programa de correo y sistema operativo hacerlo.

Me cuesta 45 minutos que un pobre tipo sin puta idea de nada me coja el teléfono. Doy mis datos docenas de veces y no le suena ni el propio dominio que pertenece a su compañía (tengo que deletrearle “ctv”). Por supuesto, no entiende nada de lo que le estoy contando, pero hace como que sí. Me deja en espera cinco minutos con el “Let the sunshine” en versión francesa. Está sorprendido de la cantidad de mails que tengo en el buzón de entrada: más de 9000. No entiende nada. Se lo vuelvo a explicar. Me vuelve a dejar con el bucle de la cancioncita de "Hair". Vuelve con una idea cojonuda: que me ponga un filtro antispam. Le intento explicar que no se trata de que reciba mucho spam sino que toda esa avalancha son mensajes devueltos porque alguien sí que lo está enviando con mi remite. Vuelta a esperar. La letra de la canción -lo juro- desgrana unos versos que dicen “armonía y comprensión, empatía y confianza abundan”. Vuelve. Que me baje un antitroyano y que lo instale. Le vuelvo a intentar explicar que no tengo ningún troyano. Vuelta a esperar. Vuelve. Dice que borre mi cuenta y que me haga una nueva. Le explico que si la borro perderé todos los mensajes que recibo en ella. Dice que lo entiende. Vuelta a esperar. Vuelve. No sé qué estupidez dice ahora. Vuelta a esperar y vuelta con otra gilipollez. Le pregunto si cada vez que me deja esperando va a preguntar a alguien que sepa más. El pobre diablo confiesa que sí. Le pido que me pase con alguna persona que sepa más. Dice que no puede ser, que ellos no saben qué hacer, que no tiene la culpa de que yo reciba tantos mensajes. Empiezo a desistir de intentar hacerle entender algo. Se pone nerviosísimo. En la conversación me ha llamado sesentaidós veces “Sr. Entrialgo” como una especie de muletilla talismán que le libre de poder dar algún dato coherente. Le pregunto que si sabe lo que es un smtp. Me dice que no me puede dar esa información. Me pregunta que si tengo alguna duda más. No, claro, no me queda ya ninguna duda de la puta mierda del servicio al cliente que tiene esta compañía. He desperdiciado hora y media entre las esperas y este diálogo de besugos. Apunto en la agenda cambiarme de proveedor de internet y telefonía en cuanto tenga un rato. Escribo esto mientras el "Let the sunshine" me sigue martilleando el cerebro.